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Una ensenadense que nunca imaginó que su profesión estuviera relacionada a la tierra, el campo y el vino. Conoce a la mujer enóloga que abrió brecha en una profesión en donde solo se llega con disciplina y estudio

La enóloga Laura es de Baja California. Nació rodeada del desierto y del mar que ofrece Ensenada como el paisaje cotidiano. Creció comiendo los pescados y mariscos más frescos que se podrían capturar en México. Descorchar un vino para las tardes familiares era lo usual.

Ella nunca pensó que su vida giraría alrededor de la uva, las barricas y la apreciación de la tierra con una mirada científica y curiosa.

Nació dentro de una familia entregada almar. Es la segunda hija del capitán Francisco Zamora Molina, un gran pescador especializado en la industria de las sardinas y atunes enlatados: un oficio azaroso. Ella, sus  hermanos y su madre Graciela Elizondo no sabían de él hasta por dos semanas. “Sus viajes de pesca duraban hasta cinco meses, llegaba con el barco cargado y, por ende, con un buen ingreso; pero a veces, pasaban de dos a tres meses y el barco regresaba sin una carga importante de insumos para vender”, comenta Laura.

Conoce a Laura, la primera Enóloga mexicana

Un giro inesperado 

Ante la incertidumbre familiar en lo económico y el trabajo de alto riesgo de su padre, Laura desde adolescente tuvo la iniciativa de ayudar a su familia  en lo escolar. Decidió entrar a una preparatoria técnica pensando en “si le pasa algo a mi papá ya no podría ayudarme con la escuela.

Con la técnica yo misma me puedo pagar la universidad”, se decía a sí misma. “La opción franca en la región apuntaba a ciencias marinas”, recuerda la ahora enóloga y propietaria de Casa Zamora. 

Durante su paso por la escuela técnica, su maestro Octavio Jiménez Gutiérrez al ser el  Gerente de Producción  en Bodegas de Santo Tomás,  la invitó a que hiciera prácticas en la vinícola como asistente de laboratorista, siempre y cuando,  terminando el ciclo de prácticas se quedara a trabajar  ahí de manera formal.

Así es como Laura empezó sus pininos en el mundo del vino: lavando el instrumental, y escuchando con atención a su maestro, para después hacer los análisis por sí misma. “Trabajaba por la mañana para después correr a la escuela y estudiar en la tarde”, comparte Laura. 

  • 5 datos sobre Laura:
  • 1. Más de 40 años de experiencia en el mundo del vino. Una casualidad  la condujo a un oficio extraordinario. 
  • 2. 17 años en Santo Tomás. Su posición de enóloga, abrió paso para que Cristina Pino tomara su lugar al  jubilarse en  2019.
  • 3. Asesora de otras bodegas. Si no está en Casa Zamora, está en otra bodega elaborando ensambles.  
  • 4. Docencia. Imparte cursos de vinificación con valor curricular en la validados por la UNICACH.
  • 5. Mamá y abuela. Su trabajo no fue pretexto para no echar raíces: tiene dos hijas y cuatro nietos.

Más tarde, al ingresar a la universidad, se vió forzada a tener una pausa debido a la huelga en la Facultad de Ciencias Marinas en la UABC.

Ante esta situación, decidió meterse de lleno en la bodega, y con ello abrirse a la posibilidad de ser jefe de laboratorio gracias a su dedicación, porque a ella, como bien dice, no le dio miedo ensuciarse las manos o tener una carga de trabajo descomunal. “Ya no regresé a la universidad.

Me quedé en la bodega con la oportunidad de trabajar tiempo completo y tener el apoyo de la misma bodega de hacer prácticas en Napa, California”, un sitio emblemático de la cultura vitivinícola en Estados Unidos. Ahí aprendió sobre tecnología, la cual, a su regreso, aplicó en su día a día dentro del laboratorio.

Un oficio de práctica

Al estar en contacto con el terruño, la uva y su proceso desde la planta, despertó en ella la curiosidad, de preguntarse cuál era el papel del enólogo en la bodega y cómo es que su trabajo en el laboratorio podía enriquecer el resultado en botella. Esta cosquilla le ayudó a prepararse más, tomar cursos y estudiar durante la época de los ochenta.

Para ese tiempo no había la carrera de enología en México, pero tuvo a sus maestros:  Dimitri Tchelistcheff, enólogo de Santo Tomás e hijo de Andrés Tchelistcheff, uno de los fundadores de Napa Vallley. Otro de sus maestros fue argentino Miguel Ángel  Daruich quien la terminó de forjar en el arte de la enología.

El giro hacia la modernidad

Para 1988, llegó Hugo D’Acosta a dirigir el departamento de enología, los estilos de vino comenzaron a perfilarse a etiquetas más arriesgadas gracias a la certificación de los viñedos, y el uso de barricas nuevas de roble francés.

Aunque los blends y los vinos “fáciles de beber” permanecieron, se buscaron alternativas para estar a la vanguardia y competir a nivel mundial. 

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