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Vicente Fernández, El charro de Huentitán, ídolo del pueblo, “último gigante de los intérpretes de la canción ranchera”, partió ayer a los 81 años de edad, el Día de la Virgen de Guadalupe, de la que era devoto.

Fernández, quien encarnó a el tahúr y a el albañil, partió a las 6:15 de la mañana, luego de haber estado internado desde el 6 de agosto en el hospital Country 2000 de Guadalajara, tras una caída en su rancho Los Tres Potrillos.

El intérprete de El rey fue velado en la Arena VFG de su rancho, donde cientos de sus seguidores fueron a dar el último adiós a su ídolo.

Vicente Fernández tuvo una máxima ley que seguía al pie de la letra: “Mientras ustedes no dejen de aplaudir, Chente no deja de cantar”. Esta frase la acuñó hace décadas en un palenque en León, Guanjuato, donde un empresario lo quería sacar del escenario en la tercera canción, pero el charro le reviró:

“Miren señoras y señores, querido público, este señor que está aquí es el empresario y me está diciendo que ya quiere que me vaya, pero yo no vivo del empresario, yo vivo de ustedes”.

El intérprete de Mujeres divinas y A mi manera, en poco más de cuatro meses tuvo una leve mejoría, pero recayó y regresó a la unidad de terapia intensiva en días pasados.

Vicente Fernández nació el 17 de febrero de 1940, en Huentitán El Alto, Jalisco. Fue hijo de Ramón Fernández y Paula Gómez. Su biografía oficial, detalla que con tan sólo seis años comenzó a soñar con una carrera de cantante. A los 8 tuvo una guitarra, que aprendió a tocar enseguida y comenzó a estudiar música folclórica.

Se convirtió en Ídolo

Desde adolescente comenzó a buscar su camino. Participó en concursos, cantó en restaurantes, fiestas y reuniones y luego se unió a mariachis; en esa época se casó con María del Refugio Abarca (Cuquita). La pareja tuvo tres hijos: Vicente, Gerardo y Alejandro, y adoptó a Alejandra.

Luego de vencer obstáculos, Fernández se convirtió en ídolo de México. En 1976, su éxito mundial Volver, volver lo consolidó como “el más grande cantante ranchero de todos los tiempos”. Incluso, en los años 90 el diario The Houston Chronicle lo llamó el “El Sinatra de las rancheras”.

En una entrevista, Fernández contó que a los 11 años ordeñaba vacas junto a su padre, quien fracasó en varios proyectos. La familia tuvo que irse a Tijuana, donde trabajó de peón, albañil, lavaplatos, talachero (limpiar pisos y baños), lavacoches y en actividades diversas en un hipódromo.

Para él Tijuana, donde vivió seis años, fue su segundo Huentitán. En un restaurante típico, donde trabajaba al lado de su tío, Javier Hernández, amenizaban un trío y un mariachi.

Después, llegó al entonces Distrito Federal, a la Plaza Garibaldi, con la ilusión de ser contratado. Le dieron trabajo al oír su voz. Cantaba en El Amanecer Tapatío, donde conoció a Felipe Arriaga y a Federico Méndez, decisivos en su vida.

Méndez lo llevó a la XEX, adonde acudió emocionado al saber de la fama de la que gozaba su ídolo Javier Solís. Luego de una mala racha regresó a Guadalajara.

En el límite de la desesperación entró a chambear al cabaret El Sarape, donde tuvo que fichar; aunque al principio no lo sabía hacer, “gané, a veces, más dinero fichando que cantando”, contaba. Fue en ese tiempo que aprendió a tomar coñac con refresco de cola.

En ascenso Vicente Fernández

Hacia 1966 recibió un telegrama de Felipe Valdez Leal, quien sería uno de sus principales arreglistas. Lo invitaba a firmar con una disquera.

En CBS grabó Cantina de mi barrio y la que cambiaría su sino: Tu camino y el mío. De ahí para adelante, la fortuna le sonrió.

El charro de Huentitán recibió innumerables premios y reconocimientos; fue un símbolo a escala internacional del folclor mexicano; fue empresario, productor discográfico, actuó en alrededor 34 películas y como cantante logró infinidad de éxitos. En 60 años de trayectoria vendió más de 67 millones de discos. Apenas a finales de noviembre le fue conferido el Grammy Latino a mejor álbum de música ranchera por A mis ochentas.

En 2012, el cantante, anunció su retiro de los escenarios. En esa ocasión, a sus 72 años, señaló: “Un artista necesita retirarse con mucha dignidad, en el mero momento. Lo que más voy a extrañar es el cariño del público, pero justo por ese cariño no quiero que llegue el día en que digan: ‘Don Vicente ya no canta, anda causando lástimas’”.

Último en el azteca

En abril de 2016 ofreció un gran concierto en el estadio Azteca para despedirse de su fiel público. Contó que Miguel Mancera, entonces jefe de gobierno capitalino, puso a sus órdenes el Zócalo

El cantante también tuvo sus claroscuros y enfrentó escándalos como cuando rechazó un trasplante de hígado, porque dijo que no quería que fuera de un donante “homosexual o drogadicto”, por lo que fue severamente criticado.

Entre sus películas, se recuerdan El hijo del pueblo, La ley del monte, El sinvergüenza, El Arracadas, Uno y medio contra el mundo, Mi querido viejo, El cuatrero, El macho, El embustero y Dios los cría, entre otras.

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